martes, 6 de enero de 2015

Yo reseño: Los doce apóstoles, de Luis Beldi

No, no se guíen por el título del libro. La obra nada tiene que ver con los santos apóstoles. Así fueron bautizados los delincuentes que llevaron a cabo el motín más sanguinario y recordado de la historia argentina: el motín de Sierra Chica.


Editorial: Planeta
ISBN : 978-950-494-24-43
Páginas:376
Publicación:28/10/2014


Sinopsis:

"La historia del motín me atrapó. No por lo que conocí en ese momento por los medios de comunicación, sino por lo que no sabía. ¿Por qué algunos hombres pueden llegar a esos extremos? Matar, descuartizar, violar o cocinarles carne humana a los rehenes. Me interesaba más la vida de los 12 apóstoles que la masacre. De a poco se fue armando una historia que es imposible que la imaginación más descontrolada pueda superar...". En la Semana Santa de 1996, el penal de Sierra Chica fue coptado por los presos. Los rebeldes tomaron diecisiete rehenes, incluida una jueza, su secretario y tres pastores evangelistas. Mataron a ocho presos. A siete los incineraron. Su amotinamiento hizo que se levantaran todas las cárceles del país y desató una grave crisis institucional en la provincia de Buenos Aires. Cuando se habla de Sierra Chica, el episodio que más se recuerda es el de las empanadas de carne humana. Como si fuera una macabra comunión, los apóstoles ofrendaron el cuerpo y la sangre de uno de los presos a cuatro carceleros que fueron tomados como rehenes. Los protagonistas hicieron un voto de silencio. Por eso no declararon en el juicio. Once años después del motín, Luis Beldi viajó a Sierra Chica y pudo reconstruir la historia que hasta ese momento era un secreto que ni los jueces pudieron develar. El autor del libro se reunió con los protagonistas, con los rehenes, con sus familiares y con los que reprimieron la revuelta. En una crónica feroz, Beldi corre el velo que ocultó la masacre y, al mismo tiempo, plantea que no se trató de un hecho espontáneo e irracional, sino de una historia de odios guardados durante años. A través de los códigos carcelarios, llega al corazón de las tinieblas: la intimidad de las tumbas.


***

Este libro no lo compré, sino que lo leí en digital. Me tocó digitalizarlo a  eBook por trabajo y mientras lo armaba, leía palabras como homosexualidad, homosexuales y putito. Mi curiosidad se encendió. El motín de Sierra Chica tuvo lugar -comenzó- la tarde del 30 de marzo de 1996. Yo entonces tenía seis años y no recuerdo el quilombo mediático que se armó. Lo que sí recuerdo, años más tarde, es haber visto en la televisión a una persona que decía "y me dijeron: te comiste a un preso". Nada más.

Por curiosidad, luego de terminar el eBook y entregarlo, lo cargué a mi lector y lo leí. No soy mucho de leer este tipo de ficción, pero la narración me atrapó. De hecho, atrapó también a mi novio, que lo empezó por la mitad y me robaba el eReader para seguirlo leyendo. Y eso que mi novio no suele leer novelas (prefiere textos filosóficos y políticos). 

La Cárcel de Sierra Chica, cuyo nombre oficial es Unidad Penal N°2 es un establecimiento penitenciario de máxima seguridad ubicado en la localidad de Sierra Chica, provincia de Buenos Aires, Argentina y una de las cárceles más antiguas del país ya que fue inaugurado el 4 de marzo de 1882. 
Fuente: Wikipedia

Un preso ingresa, aparentemente mediante su abogada y amante, una pistola Ballester Rigaud a la prisión de Sierra Chica. A partir de ese momento, las autoridades del servicio penitenciario, Guillermo Maco McLaughlin y Jorge Palacio (el nombre del personaje no coincide con la persona real, que se llama Jorge Palacios, y me parece que en el caso de Maco pasa lo mismo) hacen todo lo posible por encontrarla. Sospechan que se acerca un motín. El rumor altera a los presos, muchos de los cuales están cumpliendo penas de reclusión perpetua y harían cualquier cosa por fugarse. 

Para intentar dar fin a la situación, el servicio penitenciario decide solicitar la ayuda de Agapito Lencinas y su banda, conocidos como los arruinaguachos. Gapo cumple cadena perpetua y solo puede aspirar a mejorar su estadía en las prisiones, lo cual pudo lograr solo trabajando para sus enemigos naturales delatando a los chorros (ladrones) y arruinando motines.

La tarde del 30 de marzo, plena Semana Santa, comienza el tan esperado motín, con Jorge Pedraza, apodado karateca, a la cabeza. Sus aliados son Ariel Acuña, Miguel Ángel Acevedo, Víctor Esquivel, entre otros. Uno de ellos es imposible que nos pase desapercibido: Popó Brandán, que no pierde oportunidad de drogarse con Artane o Rivotril, lo cual lo convierte en un desquiciado.

La rehén más importante que poseen los doce apóstoles es la jueza María de las Mercedes Malere,  quien valiéndose de su buena relación con los presos ingresa a la prisión para intentar negociar. No tiene buena relación con el servicio penitenciario porque rechaza la crueldad con la que tratan a los presos. Y eso le juega en contra: burlada, ahora se encuentra amenazada por las facas (cuchillos de fabricación casera) de los criminales.

La novela, motivo por el que la leí, cuenta con crudeza cómo es la homosexualidad en la cárcel. Primero: los homosexuales son parias. Segundo: homosexual es solo el que recibe y aquellos que son parejas de "los que no reciben" son llamados putitos. Tercero: las violaciones son moneda corriente y una violación solo es considerada como tal si el hombre violado es "virgen del ano". En Sierra Chica, los homosexuales ocupan un pabellón aparte que comparten con los ex-policías, otros parias. Durante el motín, los homosexuales (entre los que había enfermos de sida) fueron uno de los grupos que más sufrieron. Se atrincheraron en la capilla, sin agua y sin comida, donde tuvieron que beber su propia orina para lograr sobrevivir. Un enfermo de sida es quien, en agradecimiento, revela dónde está la Ballester Rigaud. En los ochos días que duró el motín solo pudieron alimentarse con pan que arrojaban desde un muro

Sin embargo, yo habría preferido el hambre antes de comer, engañada, la empanada de carne humana que les entregaron a los policías: como venganza por la mala comida, dos de ellos utilizan uno de los cadáveres para hacer empanadas.

Los presos asaltan el casino (el sitio donde se guarda la comida) de los oficiales y suboficiales, saquean la farmacia, destrozan los expedientes y someten a los policías a diversas humillaciones. Violan a los putitos (hay una violenta escena de violación), asesinan a sus enemigos, los creman en los hornos, esparcen mentiras para confundir a los periodistas, y mientras afuera los políticos se muestran ante cualquier cámara que les pongan delante, comienzan los motines en diferentes zonas del país y del conurbano. Para liberar a los rehenes, los doce apóstoles exigen una camioneta para lograr su único cometido: fugarse. 

El motín dejó como saldo ocho muertos, todos presidiarios, ningún de ellos rehén. La fuga no pudo llevarse a cabo y por eso los apóstoles consideran el motín como un fracaso. Algunos de ellos están muertos el día de hoy, otros siguen vivos, cumpliendo condenas. Alguno está en libertad.

La narración de Los doce apóstoles es cruda, realista y, por sobre todas las cosas, íntima. Se mete en el interior de esos hombres, nos cuenta sus sentimientos (o sus no-sentimientos) y sus deseos: libertad y venganza. Una novela que disfruté bastante... o que intenté disfrutar, ya que mientras la leía tenía que recordarme a mi misma que bastante de eso que leía había ocurrido.

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